No sé muy bien dónde hablar de libros de cocina. En cualquier aspecto en la vida a la hora de catalogar o clasificar se llega a este fatal momento en el que encuentras algo que encaja en varias categorías a la vez o en ninguna en absoluto. Lo normal es que estas cosas acaben en el departamento de varios.
Si alguna vez hubo algo odioso, tuvo que ser el concepto de varios (eso, la maledicencia y los curas pedófilos).
No estoy muy entusiasmada con la aparición de la señora de Jerry Seinfield en la lista de libros de cocina más vendidos, pero tampoco me sorprende. El único mérito de esta mujer es su adquisición de patrimonio a través del matrimonio - admirable y envidiable, no pretendo criticar este hecho, más bien lo deseo para mí misma; ahora bien, que esta ricacha vaya a dar consejos a mujeres que de verdad trabajan, cocinan, limpian y viven vidas ajetreadas es una enorme ironía y una todavía más enorme gilipollez. Pero vivimos en un mundo bastante lerdo en el que rebaño adora ser rebaño y subvenciona al pastor, ¡como si no fuera bastante darle leche, lana y carne!
Pero sí estoy entusiasmada con la presencia de Dorie Greenspan en la lista; y más arriba debería estar! De Dorie, igual que de Rose Levy, tengo yo un concepto especialmente elevado. Son cocineras tan sobradas, sobradas de oficio, de talento, de arte que hasta comparten muchas de sus recetas sin necesidad de pago previo, y estoy hablando de recetas suculentas y con enjundia y no mariconadas con caritas de abeja para que coman los niños. (Y con mariconada no pretendo ofender a ningún gay, que mientras no vayan por ahí dando el coñazo a los papas visitantes, me importan lo mismo que cualquier otro peatón incluidos los papas visitantes, nada; no por espíritu tolerante sino por falta de interés).
Ya he hablado varias veces de lo habitual de los malos libros de cocina, en los que hay bonitas fotos y recetas falsidiosas y hasta ofensivas. Todavía tengo en casa varios de esos ejemplos, pero a qué mencionarlos con nombre y apellido.
Yo, por eso, ya colecciono exclusivamente libros anglo, que son los únicos medianamente fiables, de entre los cuales, hoy voy a requeterecomendar 4 libros y enseñar una antigualla:
A mí el KA (King Arthur) me parece un libro excepcional y fundamental si no se tiene una buena formación académica en cocina porque además de tener todas las recetas imaginables de cualquier cosa que contenga harina y se haga en el horno, explica muy bien los procesos químicos de la pastelería y la fabricación del pan.
Liz Franklin es una de las voces fiables de la literatura cocineril. Sus recetas están probadas y funcionan siempre, incluso si se te ocurre desviarte razonablemente. Eso es tan poco frecuente, asusta la cantidad de recetas a medias y sin probar que hay por ahí sueltas, aunque cada vez menos. En este momento no sé qué pasa con los libros españoles, porque sencillamente he dejado de comprarlos.
O'Connor no decepciona. Otra cosa es encontrar a alguien que tenga la osadía de engullir la cantidad de calorías que propone en sus recetas. Este libro es de cuento de hadas y un atentado contra la buena salud.
Y la antigualla:
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Nuestra cocina, de un tal José Sarrau |
Este libro lleva en casa desde siempre, debía ser de mi abuela Mariasun. Es una tercera edición del año 50 con todas - todas - las recetas españolas de todos - todos - los tiempos. Tenemos a la Parabere y a la Ortega, pero este Sarrau no tiene nada que envidiar a tan conocidas damas, que a mí, en fin... Eso sí el libro está tan viejo que da miedo cogerlo. Lo más interesante son las 1.001 estampitas, postales y restos varios que tiene entre sus páginas, incluida una postal de mi tía Mary (con Y) Carmen M. (de Maíz) de Moronati, con 1 sola T, como se escribió siempre y consta en los registros del año 0. Y una entrada de Tribuna del Arenas Club de Guecho de José Mª Uribe del año 53, ahí es nada.